Ocultar dinero en un mundo que intercambiará datos fiscales en forma automática y tiene una sofisticación creciente en sus sistemas informáticos de control, cada vez se hace más difícil. Por eso, el blanqueo que está por implementar la Argentina es una oportunidad, no solo para el Gobierno, que necesita fondos frescos, sino también para empresas y personas que tienen fondos sin declarar.El régimen denominado de sinceramiento fiscal –que acaba de aprobar el Congreso y que estará vigente hasta el 31 de marzo del año próximo– no es el primero que se implementa en las últimas décadas. Hubo uno en el gobierno de Raúl Alfonsín, otro en el de Carlos Menem y dos en los períodos de Cristina Fernández (2009, y 2013 a 2015). ¿Por qué el actual debería tener más éxito? “Este blanqueo, presumiblemente debería ser exitoso porque se enmarca en una coyuntura propicia, tanto por razones endógenas como exógenas”, opina el tributarista José María Farré.